terça-feira, 5 de junho de 2012

La Legión de Cristo y el Sagrado Corazón de Jesús

Por un sacerdote Legionario de Cristo

Reflexiones sobre el núcleo de carisma en la Legión y el RC [primera parte]

El Reino de Cristo

Cristo Rey, Reino del Corazón de Jesús, ¿de dónde vienen estas expresiones?
¿De dónde viene la fusión entre el la devoción al Corazón de Jesús y la de Cristo Rey?
La respuesta la encontramos al analizar la cultura católica de los tiempos en que se fundó la Legión de Cristo, sobre todo si tenemos en cuenta los documentos del magisterio pontificio de aquella época.

Pío XI

Merece un especial relieve el papa contemporáneo a los primeros intentos de fundación de la Legión: Pío XI. Elegido en 1922, su pontificado cubre el todo el período entre las dos guerras mundiales. Su lema episcopal era todo un programa: "Pax Christi en Regno Christi". En 1925 establece la fiesta de Cristo Rey con su encíclica Quas Primas; pero antes de hablar sobre el contenido de esta carta, pongámosla en el marco general de su pontificado.

El Pontificado de Pío XI

Pío XI parece sobre todo haber entendido que la evangelización ya no tendría como cauce ninguna alianza entre trono y altar, sino que se daría por la penetración del cristianismo en la sociedad a través de los seglares. Para ello organiza y estimula el crecimiento de la Acción Católica, su obra más querida, manifestando de este modo como aquél era el modelo por el cual imaginaba el futuro de la misión de la Iglesia. No duda en establecer concordatas con las nuevas repúblicas laicas. Acepta, por el Tratado de Letrán, la pérdida de los Estados Pontificios, contentándose con una garantía mínima de autonomía que fue el Estado Vaticano. Condena la Action Française, un movimiento de derechas, monárquico, que había seducido a muchos católicos, incluso algunos miembros del clero en Francia. En Dilectissima Nobis proclama la neutralidad de la Iglesia con relación a las formas de gobierno -monarquía o república, democracia o aristocracia- con tanto que garanticen los derechos de la Iglesia vinculados al cumplimiento de su misión. Defiende la libertad, sobre todo religiosa. Condena los totalitarismos (el fascismo, con el "non Abbiamo bisogno" el nazismo con "Mit brennender Sorge" y el comunismo con la Divini Redemptoris) y el "pacto de silencio" de las naciones libres antes que ellos. Tampoco ahorra críticas a la codicia del capitalismo en la Quadragesimo Anno. Todo su pontificado es una afirmación profética de la libertad e independencia de la Iglesia ante las pretensiones de omnipotencia de los poderes "de este mundo": el Estado, el Mercado, las ideologías paganas.

Establecido ya el marco de su pontificado, hagamos una última referencia para terminar de ubicar la encíclica Quas Primas, comentando una carta muy citada en ese documento: se trata de la encíclica Annum Sacrum de León XIII.

Annum Sacrum del Papa León XIII

En esta encíclica León XIII anunciaba un Año Santo, que culminaría con la consagración del mundo al Corazón de Jesús. Pasaba a explicar las razones de este acto, mostrando cómo Cristo tiene la soberanía sobre el mundo e incluso los no bautizados, dado que ha redimido a todos con su sangre. Declara: "Este poder de Cristo y este imperio sobre los hombres, se ejercen por la verdad, la justicia y sobre todo por la caridad". Más adelante añade: "Pediremos que Jesucristo, a Quien están sometidos "en cuanto a la potencia", les someta un día "en cuanto al ejercicio de esta potencia". Y esto, no solamente "en el siglo futuro, cuando impondrá su voluntad sobre todos los seres recompensando a los unos y castigando a los otros", sino aún en esta vida mortal, dándoles la fe y la santidad."

Concluye el Papa: "Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así, es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona". Quedan así unidas la devoción al Corazón de Jesus y la de Cristo Rey.

La Encíclica Quas Primas

El Papa Pío XI recuerda este acto de consagración y otros que se hacían anualmente desde Pio X. Pero le parece que este reconocimiento de la soberanía de Cristo tiene que ser parte integrante del año litúrgico, para que se le dé la debida importancia y sea recordado con frecuencia, principalmente teniendo en cuenta el laicismo moderno que busca relegar al olvido esta verdad de nuestra fe. La afirmación de la realeza de Cristo serviría como una especie de antídoto a las pretensiones totalitarias del Estado Moderno. De hecho, ella recuerda al cristiano que más allá del del poder político hay una Iglesia libre y soberana con una misión propia no asimilable a la del Estado. Y éste por su vez no es la última instancia: por encima de él hay otro Rey al que todos por igual, súbditos y autoridades, tendrán que responder. Los fieles son invitados a sacar a su Rey del escondrijo de los templos, donde los soberanos de este mundo le quieren encerrado, para proclamarlo públicamente como su Rey, sometiéndose a su autoridad suprema. Con todas estas motivaciones en mente Pío XI establece la fiesta litúrgica de Cristo Rey, que se celebra actualmente en el último domingo del tiempo común.

La aportación original del fundador [segunda parte]

El P. Maciel toma esta espiritualidad del Sagrado Corazón y de Cristo Rey y la utiliza como un leitmotiv para su obra. Hasta ahí no hay nada demasiado original; hay de hecho varias asociaciones constituidas en torno a estos temas, utilizando la imagen del Sagrado Corazón, nombres ligados a esta devoción y metáforas militares (y a veces algo más que metáforas, como en el caso de los cristeros, cuyo grito de ¡Viva Cristo Rey! se remete justamente al magisterio de Pío XI) para la defensa y la conquista del reino de Cristo.

Lo que el fundador aporta personalmente es una determinada opción metodológica: sus misioneros han de luchar contra el enemigo utilizando las mismas armas del enemigo. Le fascinan la eficacia de los poderes "de este mundo": la capacidad para captar y mistificar de los regímenes totalitarios; la disciplina y la obediencia de los soldados nazis; la astucia, las técnicas de captación y la infiltración de las células comunistas; los métodos para potenciar la eficacia que convierten a los hombres del Mercado y la Industria en máquinas de producir recursos y resultados numéricos. Los "hijos de la luz" estudiarán y aplicarán todas estas técnicas para que un día lleguen a ser astutos como los "hijos de las tinieblas": "Procurad cumplir hoy y siempre todos aquellos medios técnicos y prácticos que os aseguren más la victoria. Que Cristo no pueda reprocharnos el que seamos menos hábiles y astutos para obrar el bien que los hijos de Satanás para obrar el mal"… "Arrebatar las armas al enemigo y luchar aniquilándolo con las mismas" son expresiones que se encuentran de modo abundante en sus primeras cartas. Así se explican también las diversas palabras del vocabulario legionario y del Regnum Christi como "captar", "mistificar" y el famoso "heil Christus".

La ambigüedad fundamental

Esta opción fundamental por las armas del enemigo como metodología es, en mi opinión, la fuente de toda la ambigüedad que existe en el seno de la Legión y el Regnum Christi. Porque si el Reino de Cristo "no es de este mundo", entonces hay una manera propia y unas armas propias para luchar por él, que no coinciden con las "armas del enemigo". Cristo mismo es tentado por el Enemigo a empuñar las armas de la gloria y la riqueza para implantar su Reino, pero las rechaza con decisión.

En este caso, al contrario, se aceptan estos caminos y el resultado es una criatura híbrida, que a primera vista se parece con un instituto religioso pero un examen más atento revela que obedece a otra dinámica, extraña a la práxis de la vida religiosa y apostólica de la Iglesia y se remite más bien a criterios y metodologías propias del mundo:
a) Ad intra se tiene unos matizes típicos más de los métodos coercitivos de los regímenes totalitarios y las sectas modernas que de la tradición auténtica de la vida religiosa: la invasión de la conciencia, la hipernormatización y la vigilancia que infantilizan y crean dependencia psicológica, la centralización del poder y el mantenimiento de una nomenklatura con privilegios propios.
b) En el modo de proceder ad extra hay toda una metodología que corresponde más bien a una empresa interesada en incrementar el capital económico y humano que a una obra apostólica de la Iglesia. La obsesión por el control y los números, la fascinación por las dinámicas empresariales son algunos ejemplos de ello. Quizás el ejemplo más emblemático sea la creación de Integer, cuando se llegó a someter los religiosos a la autoridad de tecnócratas seglares.

Pero lo que quizás pervierta más profundamente la concepción de Pío XI acerca del Reino de Cristo es que el fundador pensaba en su obra como un proyecto de poder. El Papa vislumbraba una Iglesia libre de los poderes de este mundo con el fin de anunciar el Evangelio con independencia y valentía -como de hecho lo hizo- lejos de alianzas que sólo sirvieron en el pasado para instrumentalizarla. P. Maciel, por el contrario, quería renovar la alianza con las nuevas élites: "controlemos al mundo por medio de jefes seglares… para que logren escalar los primeros puestos en el gobierno de las naciones a fin de que devuelvan a la Santa Iglesia el lugar que se merece." Búsqueda del poder que se extendía también al ambiente eclesiástico, con el recurso inescrupuloso de todo un tráfico de favores e influencias, desde los primeros años de la fundación (así narraba como, a cambio de una entrevista con un cardenal amigo suyo, Álvaro del Portillo, del Opus Dei le obtuvo en 15 minutos el documento de aprobación canónica de la Legión).

Cultura interna de la Legión [tercera parte]

La vana ilusión de querer luchar por Cristo empuñando las armas del mundo y de Satanás -la mentira, la manipulación, la búsqueda del poder- se convirtió en una cultura interna profundamente arraigada en el seno de la Legión. Produce graves deformaciones en la conciencia de los miembros, hasta el punto que podemos hablar en ciertos casos de conciencia invenciblemente errónea. Algunos ejemplos de ello son:
a) El uso sistemático, institucional, de la no-verdad, las diversas formas de invasión de la conciencia y el abuso psicológico, conviven pacíficamente en la misma persona con una vida de piedad fielmente llevada, con la bondad, amabilidad y cortesía en el trato.
b) La admiración por los líderes "triple A", sus mansiones, su vida faustosa, la obsesión por captarlos, la vanagloria de haber disfrutado de sus comodidades, conviven con una pobreza ejemplar, capaz de depender del superior para comprarse un alfiler.
c) El discurso sobre la "autoconvicción" convive con una vigilancia externa constante y una práctica infantilizante de la dependencia, que en la práctica termina por atrofiar la conciencia y hacerla cada vez más necesitada de un monitoramiento externo.
d) La exigencia, de parte de los superiores, de obediencia delicada a las reglas convive sin problemas con el espectáculo de ver a los mismos superiores quebrantando ordinaria y habitualmente las mismas.
e) La predicación de la caridad delicada, exquisita, abnegada, convive con el abuso de los seglares, que tienen su tiempo, salud y medios explotados al máximo; y que, cuando ya no pueden aportar nada, son desechados e ignorados, dado que "tiempo es Reino de Cristo" y el legionario no pierde tiempo con quien no puede dar nada en cambio.

Conclusión

El comunicado del 1er de mayo de 2010, conteniendo las conclusiones de los visitadores apostólicos aprobadas y mandadas publicar por el Santo Padre, hablaba de una “profunda revisión” para quitar del seno de la Legión la influencia dañina de la mentalidad del fundador. Dicha revisión tenía como primera tarea "redefinir el carisma de la congregación de los Legionarios de Cristo, preservando el núcleo verdadero, el de la "Militia Christi", que caracteriza la acción apostólica y misionera de la Iglesia y que no se identifica con el eficientismo a toda costa." Después hablaba del ejercicio de la autoridad, "que debe estar unida a la verdad, para respetar la conciencia y desarrollarse a la luz del Evangelio como auténtico servicio eclesial". Ahí se apuntan las dos dimensiones, ad intra y ad extra, que traen esta contaminación de prácticas y métodos propios del mundo y del Enemigo. Llevar a cabo la revisión deseada por el Papa significará un esfuerzo de poner, en lugar de las concepciones erróneas del P. Maciel, las enseñanzas seguras del Magisterio de la Iglesia.
a) ad intra: abrirse, como pedía el Delegado Pontificio en su carta de octubre de 2010, a la renovación postconciliar de la disciplina y el ejercicio de la autoridad, tal como vienen descritas en el Magisterio auténtico de la Iglesia, abandonando con decisión lo que tiene una raíz más bien en principios extraños a la vida religiosa.
b) ad extra: volver a lo que podríamos definir como nuestro principio fundacional -la llamada que hicieron los pontífices en nombre de toda la Iglesia, a militar con entusiasmo y celo por el Reino de Cristo- confiando en las armas de Cristo: justicia, verdad, caridad, y rechazando con decisión los métodos del Enemigo, que fueron tristemente acogidos en nuestro seno y han producido tantos malos frutos en las almas.

Para nuestra reflexión termino con esta definición del Reino de Cristo que se encuentra en el Credo del Pueblo de Dios, de Pablo VI:
27. Confesamos igualmente que el reino de Dios, que ha tenido en la Iglesia de Cristo sus comienzos aquí en la tierra, no es de este mundo (cf. Jn 18,36), cuya figura pasa (cf. 1Cor 7,31), y también que sus crecimientos propios no pueden juzgarse idénticos al progreso de la cultura de la humanidad o de las ciencias o de las artes técnicas, sino que consiste en que se conozcan cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en que se ponga cada vez con mayor constancia la esperanza en los bienes eternos, en que cada vez más ardientemente se responda al amor de Dios; finalmente, en que la gracia y la santidad se difundan cada vez más abundantemente entre los hombres.

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